Su conexión estilística con Alejandro queda plasmada en el siguiente escrito:
Volver implica tantas cosas que no es sencillo resumirlo en unas frases. Uno vuelve a su infancia, vuelve también a sus costumbres, puede volver a una persona o puede volver a sí mismo después de un largo viaje. Volver es
un movimiento complejo, extenso en el tiempo, requiere de calma y mucha consciencia. Cuando uno vuelve, no lo hace solo: le acompañan nuevas vivencias, otros tipos de dolor y daño, alegrías que lo hacen algo más fácil,
ciertos temores, sí, pero también valentía en el ejercicio de colocar un pie tras otro para desandar lo conocido.
A veces, necesita una compañía que lo vaya guiando. Otras veces, basta la soledad para descubrir aquello que no supo ver mientras ocurría. Sea como sea, suceda de la manera en la que suceda y le lleve a donde le lleve,
volver es siempre un viaje repleto de honestidad porque lo contrario significa perderse.
Alejandro Sanz vuelve su origen, a su raíz, y solo él sabe lo que incluye ese regreso. Lo hace desde la intención de quien cree en lo que le importa de verdad, y esa fe es la que ilumina el camino de vuelta. Alejandro es
música, pero ante todo es palabra, y a lo largo de su carrera ha usado lo que ha tenido en su mano para expresar lo que siente y necesita contar. La poesía es su idioma y esta canción, Palmeras en el jardín, es una mirada atravesada por ese lenguaje poético. Es imposible entenderlo de otro modo: Alejandro siempre nos ha explicado desde la belleza y vuelve a hacerlo en este trabajo.
En la raíz se encuentra la semilla de lo que uno quiere ser. Es un recuerdo, la identidad en su estado más puro. Volver a ella implica mancharse las manos, escarbar el suelo seco, atravesar el barro hasta encontrar de nuevo
la vida. Compartir con los demás dónde se encuentra la raíz es un acto de generosidad. En un mundo superficial, descubrir lo profundo es una prueba de esperanza.
Este tema, Palmeras en el jardín, es ese hallazgo. Un verso detrás de otro es mucho más que dos frases: es una señal. Lo contiene todo: imágenes poderosas, el eco que reconoce lo que no puede ser y nos deja en las manos
su significado, esa voz rasgada que se amplía al hacerse preguntas, las notas precisas que acompañan, la distancia entre lo que pudo ser y no fue. Sembrar la semilla de una palmera, bañarla, desear que germine, ser
testigo de su crecimiento, dormir bajo su sombra para después marcharse y dejarla ser y estar donde merece es algo que solo sabe hacer quien conoce que la vida es, siempre, un camino de vuelta.
Quizá esta canción sea lo que necesitamos: un alma desnuda que escribe y canta a lo que fue para, en un movimiento maestro, volver a serlo.
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